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La Vía de la Plata.

Desde época prerromana los pueblos que habitaban la Península Ibérica buscaron los mejores accesos naturales que les permitieran viajar de unas zonas a otras. Entre estos caminos eran conocidos los que unían el sur con las tierras más septentrionales de lusitanos y vetones, rutas que permitieron, primero a los cartagineses y luego a los romanos, la colonización de la Bética de la Lusitania. Terminadas la conquistas romanas, la importancia económica y estratégica de estos lugares empujó al imperio a la construcción de calzadas que permitieran una mejor comunicación. Así nacería el itinerario que unía Augusta Emerita (Mérida) con Asturica Augusta (Astorga) hacia el norte.

 

A esta calzada romana, se le ha llamado con distintos nombres a través de los tiempos, conservando en la actualidad el usado por los árabes, Vía de la Plata , que proviene del término balata, que significa enlosar.
Desde la Edad Media y tras la aparición de la tumba del Apóstol Santiago, la Vía de la Plata fue utilizada por los cristianos que, desde el sur peninsular, peregrinaban por este Camino Mozárabe hasta Santiago de Compostela. A partir del siglo XIII también la Mesta empleará el recorrido para la trashumancia de los rebaños que buscaban los pastos del sur en invierno.

En la actualidad y tras su puesta en valor, la Vía de la Plata a su paso por Castilla y León vuelve a recuperar el protagonismo de antaño y se convierte en una opción cultural, turística y astronómica para aquellos que deseen recorrer este camino.